18 de agosto de 2016

Santorini y Amorgos, 7 días por las cícladas

Fuimos a Santorini porque era un destino con numerosos vuelos, y alguno de ellos barato. Y porque todos nos dijeron que “había que ir”, que “merecía la pena”. En mi opinión, si bien Oia es una población muy bonita, es un destino de pirateo de la que se podría prescindir en pro de otras islas menos viciadas.
En nuestro caso, tras abusar de nosotros en el taxi del aeropuerto y en la lavandería, alquilamos un quad y fuimos el primer día a visitar las playas roja-negra-blanca a una punta y al día siguiente a realizar la excursión de la Caldera. Las playas son bonitas, pero están atestadas de gente; la ruta de la caldera (al volcán) es curiosa pero tampoco es imprescindible. Lo que realmente merece la pena es Oia, una población que se desparrama por las laderas de la punta norte de la isla, y que se recorre por estrechas calles empinadas. Allí fuimos las dos noches que teníamos tiempo; es cara pero muy bonita, y tiene un bonito atardecer cayendo el sol frente a parte de la población, si bien resulta absurda la situación de aglomeración que se forma, máxime cuando lo bonita es la estampa de la ciudad y no la caída del sol en el horizonte, igual a la de otros muchos puntos de esa o de otras islas.

Santorini, Red Beach. Grecia.
Santorini, Oia. Grecia.
Santorini, Oia. Grecia.
Al día siguiente nos dirijimos a Amorgos, la otra isla escogida por la sugerencia de unos amigos que la visitaron años atrás. Cogimos a mediodía el ferry de Seajet que habíamos cogido por internet (Seajets, 99€ persona ida y vuelta. 1h). Fuimos con algo de retraso (igual que a la vuelta, parece que es común), pero llegamos rápido según lo previsto.

La elección fue un acierto porque Amorgos nos aportó el relax, la tranquilidad y el encanto que buscábamos. Turismo griego fundamentalmente, algo de francés fruto de la película “Le Grand Bleu” que se rodó en la isla, y cuatro gatos más en una isla alargada de unos 70km de longitud por 10 de anchura, con bastante montaña y ventosa. Alberga dos núcleos de población principales, en el centro y en el norte, con 1.500 habitantes estables que se duplican en verano sin que llegue a resultar agobiante. Tiene numerosas calas e islotes cercanos preciosos, un monasterio muy singular excavado en un acantilado, rutas senderistas y pequeños pueblos bonitos, destacando su capital del centro, Chora (pronúnciese Jora), que es una maravilla con toda la belleza del típico pueblo de las cícladas, callejuelas enrevesadas, iglesias, plazas e incluso molinos de viento incluidos dominando la colina circundante. Teníamos alquilado apartahotel por internet, y alquilamos moto a la llegada. Aconsejados por el dueño de la pensión (prestan mapas muy completos), fuimos a norte, sur y centro, destacando las playas del sur, la zona del monasterio de Hozoviotissa y la zona frente a la isla de Panagia. También Aegiali es bonito, pero más concurrido; al igual que Katapola. Los días que pasamos allí fuimos siempre a cenar a Chora, que cuenta con varios restaurantes muy agradables (Tranzistovaki y Tsagaradiko por ejemplo) y en donde hay mucho ambiente a diario (conciertos en directo en el Jazzmine), y coincidimos con las fiestas del pueblo que celebraban el 6 de agosto (el 26 de julio deben ser similares en Katapola).

Unos días formidables que nos dejaron con ganas de explorar más islas griegas que seguro que visitaremos en algún otro viaje. 

Amorgos, calles de Chora. Grecia.

Amorgos en moto, Chora. Grecia.

Efharisto poli Amorgos!

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